sábado, 7 de abril de 2012

Conozco esta ciudad, no es como en los diarios

Me parece imposible haber llegado a Buenos Aires hace una semana. Reviso el calendario: no puede ser, tiene que haber sido un mes. O por lo menos dos semanas, o por lo menos diez días. Anoche estaba en el Bar Orsai. Pedro Mairal hablaba de los pros y los contra de haber sido, desde chico, amigo de las mujeres. (Te tienen de confidente y pasar de ahí a un beso es una empresa casi imposible.) Horacio Altuna contaba un amor de juventud, secretísimo y prohibidísimo. El Chiri Basilis, que ahora (igual que yo) tiene adentro el bichito del nomadismo, ponderaba los atractivos de vivir en Sant Celoni, en Luján, en Buenos Aires o en Piriápolis. Comequechu, a punto de salir para Mercedes, asentía comprensivo. Agos contaba cómo ella siempre fue varonera, y se reía.


Buenos Aires: el despelote de Buenos Aires, los muchos mundos que caben en Buenos Aires. El aire dulce de Buenos Aires, la violencia de Buenos Aires (y la paranoia de rutina que genera), las conversaciones de Buenos Aires abajo de los árboles de Buenos Aires, la forma que tiene Buenos Aires de hacerte sentir en peligro pero vivo, la certeza de que si sos hispanoparlante y te dedicás a la literatura no hay mejor ciudad en el mundo para vos que Buenos Aires.

Estuve con Micha y Cami, mis hermanas, en la marcha en el Obelisco para recordar el asesinato de Fuentealba. Me junté con Juan Terranova en "Libros del Pasaje" para pasar revista, una vez más, al campo cultural argentino. Vi La suerte en tus manos, excelente película en la que Jorge Drexel desaparece detrás de su personaje de judío tembloroso, como si nunca hubiera hecho otra cosa que actuar. Estuve, cosa también tan de Buenos Aires, en un casamiento, bailando cumbia, en una casa palaciega estilo Tudor, que en cualquier lugar del mundo valdría millones, pero que en ese barrio degradado de casas tomadas resulta invendible. Me desperté algunas veces en el Palermo de Agos y otras veces en el Devoto donde crecí. Escuché a media docena de treintañeras y cuarentonas transpiradas, después de un partido de hockey muy chivo, en Vélez, hablando a gritos de hombres. Comí kilómetros de la mejor pizza del mundo. Hablé cada día por skype con los chicos. Jugué a la batalla naval, por skype, con Gabriel, y perdí. Miré por televisión (con la urgencia con la que ves algo que pasa a treinta cuadras: no cualquier televisión es cualquier televisión) los estragos del temporal y los estragos del vicepresidente Boudou. Miré, en Puerto Madero, almorzando con Agos, Chef y Fede, las torres neoyorquinas que ahora ofrecemos a la vista del río, y pensé que conozco esta ciudad, pero no la conozco, y es probable que esto nunca cambie.

Yo sé que se vienen días cargados de historias. Lo único que pido, al indeterminado dios de los literatos en tránsito, es tiempo para contarlas.




6 comentarios:

  1. Adhiero al pedido a ese indeterminado dios para que exista ese tiempo. Aquí siempre habrá tiempo para leer y disfrutar esas historias.

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  2. Ya lo estás haciendo Gonzalo. Cambiá a Agos por Cora, a Paris por Buenos Aires, a inquilinos incobrables por cualquier estafador porteño, y ahi tenés la novela El Espanto o como la quieras titular.

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  3. Brillante relato!! Agradezco a Cuaderno azul haberme traído hasta aca!!!

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  4. Que tal Gonzalo! hermoso el blog! che, estoy organizando un concurso literario en http://textosvorterix.blogspot.com.ar/, ya participo el sr. Franco Pastura y en esta ocasión hay un texto del gran Tonga! me encantaría, si es posible, publicar algún texto tuyo en este concurso, el que vos quieras!
    Muchas gracias!
    Saludos!!

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  5. Queremos más historias de Buenos Aires!!!!!
    Harry

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  6. perdon esta foto no es buenos aires ,es la ciudad de San Pablo Brazil!!!



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