lunes, 19 de marzo de 2012

Et in Arcadia ego


¿Cómo llegué acá? Me fui de Buenos Aires cuando tenía veinte años y monedas. Cuento con los dedos: hace diecisiete años. Muchas veces tuve ganas de volver, pero siempre apareció un plan que parecía mejor. O me dio miedo. Dice Elias Canetti que lo que más teme el hombre es ser tocado. Bueno, en la vida lo único que realmente te puede tocar, sin guantes ni botas de goma, es el lugar donde creciste.
No quiero decir que en el extranjero no te pasen cosas. Que no puedas ser muy feliz o estar muy triste o enamorarte o trabajar o cambiar. Pero al menos al principio, cuando te vas, es como si te tomaras vacaciones de vos mismo. Vas a ser lo que quieras ser. Te vas a probar las caretas de todos tus ideales, todos tus temores, todos los superhéroes que, lo sabés, son más interesantes que vos. Por eso las cosas no te tocan del todo. El contacto real, la cosa que asustaba y fascinaba a Canetti, sucede cuando una mano toca eso que sos sin querer. Cuando te tocan donde ni siquiera sabías que tenías piel. Eso, por razones que no estoy dispuesto a indagar, pero con tanta certeza como que tengo dos hijos y soy zurdo, no puede suceder más que en tu ciudad natal.

Escribo esto y enseguida dudo. ¿No me tocaron las personas que conocí en estos años? Me viene un flash entre mil. Estoy en París, tengo veintidós años. La vida es buena. La vida se divide entre grupitos o casilleros más o menos conectados, como en el juego del Estanciero. Está el grupito de Manou: el bar Chez Georges, sesiones, que a veces duran toda la noche, para traducir literatura argentina al francés (traducimos cuentos de Abelardo Castillo y organizamos lecturas), juntadas en Les Halles para jugar, abajo de los hongos calefactores de latón y atrás de los toldos de plástico que nos protegen del frío, al Go. Manou, cuello largo, alta, pelo rizado y cortado tipo plato volador. La más linda y la más descontenta, siempre tratando de dejar a Jordi, su novio catalán, y sin poder hacerlo. También está Mori, mi ex novia, que puso un aviso en una revista porque quiere tener una experiencia lesbiana. La japonesa Keiko, que toma café como una muñeca, sin mover los labios. El sueco Erland, el único no argentino al que logré convertir en fanático de Charly García. Un grupo que tiene todas las fichas más o menos puestas en el futuro, que opera bajo el signo de lo provisorio y de la inocencia, y vive en un caldo de promiscuidad tibia que los protege (nos protege) de todo mal.



No me acuerdo cuándo lo conocí a Jorge. Seguramente a mediados de aquel segundo año. Era mi vecino de arriba. Jorge me contó una historia impresionante sobre su padre. Él había tenido una relación difícil con su padre, que vivía en San Luis, y el padre se suicidó. Entonces unos primos, siguiendo instrucciones del finado, lo cremaron. En ese momento Jorge, que era abogado, trabajaba en la biblioteca del Congreso y estaba él mismo al borde del suicidio. Quería escribir poesía, no ejercer de abogado. Sentía que ya se le había gastado el cheque en blanco de la primera juventud y él con el pescado sin vender. Eso, dicho sea de paso, fue una muletilla entre nosotros. "Nosotros acá y el pescado sin vender." Cuando nos hicimos más amigos, como una forma de llamarnos al combate, es decir a dejar de boludear y ponernos a escribir nuestras grandes obras, siempre decíamos eso. Que es, ahora que lo pienso, una versión del "Ed in Arcadia ego" de Virgilio. Jorge tendía a hablar así. Con tono empacado, machacón. "Qué buenas las frutillas, podría no comer en todo el día otra cosa que frutillas." "No me quedaba nada para comer y estaba todo cerrado, me quedaban sólo cubitos para hacer caldo, así que me hice una cacerola entera de caldo y me tomé todo el caldo." "Nosotros acá, y el pescado sin vender." Parecía un boxeador amateur peleando con la sombra. Hasta que se le despejaba la cara y te sorprendía con una carcajada. Yo realmente lo quise mucho.  Pero me voy por las ramas. Decía que el padre de Jorge se suicidó, y como ninguno de sus hermanos quería ocuparse, él se tuvo que tomar el micro para ir a San Luis a buscar las cenizas.

En esta parte de la historia, mientras Jorge me la contaba, empecé a ver todo. La noche, la ruta, las estrellas impresionantes. Jorge vuelve a Buenos Aires con un bolso Adidas. Adentro, una caja con las cenizas del padre. Cuando le indicaron que pusiera el bolso en el compartimiento de equipajes, se enfureció. ¿Cómo lo iba a poner a su padre con las valijas? En el micro, lo mismo. Una vieja, en el asiento de al lado, iba hablando mal de alguien. De su nuera, de su hija, en todo caso de alguien, y con la mezquindad de los que cultivan el rencor como si fueran a vivir eternamente. Y Jorge le dijo: "Señora, más respeto, que acá en el bolso lo llevo a mi padre." Ya en Retiro (aunque me parece ver un jardín, así que puede ser que en esta parte del relato Jorge ya estuviera en la Chacarita) sintió que no podía más. Que las putas estrellas no lo dejaban vivir. Que el puto determinismo, la puta zarza ardiente de los genes que nos convierte en marionetas del destino de nuestros padres, y a nuestros padres en marionetas del destino de sus padres, no lo dejaba vivir. Y entonces se puso a hablarle al bolso. "Viejo, te llevo en el bolso." Y pensó en las peleas que habían tenido, incluso en la vez que casi se fueron a las manos. Y sintió una gran ternura, y una cosa que no era paz, pero que por el momento iba a servir hasta que viniera la paz, y de nuevo dijo en voz alta: "Viejo, tanta y tanta bronca, y te llevo en el bolso," Y dos semanas después, o el tiempo que fuera, renunció a su trabajo en el Congreso y se tomó el avión a Francia.



A fines de ese año Jorge empezó a salir con una mina australiana y me quedé un poco solo. El grupito de Manou se había desbandado por el momento. El problema que me aquejaba se lo dejé entender a Jorge una tarde que bajó a tomar café en mi pieza y me habló de la australiana.  Me preguntó: "¿Qué pasa, qué suspirás?" "Nada", le digo, "un momento de melancolía genital." Lo cual es gracioso porque no deben haber pasado cinco días y ya le estaba contando a Jorge que tenía un problema con una mujer.

La había conocido a la vuelta de casa. Yo estaba leyendo una carta y había detectado con el rabillo del ojo a unas piernas llamativas en otra mesa. Esas piernas se levantaron y al pasar me dejaron en la mesa un papelito que decía: You have a nice smile (when you're reading). Can I see it again. Y un teléfono. Cuando la llamé me pareció que tenía voz de gatienzo. "Oh, no creí que llamarías... Eres muy osado..." Etcétera. Voz de actriz de porno soft. Cuando me la encontré la impresión fue peor. Rubia platinada, pelo parado tipo banda heavy de los ochenta. Y siempre las palabras como recitadas, la voz de mala actriz. Me sentí muy raro, como si me estuvieran haciendo una joda con cámara oculta. Además se había traido a una amiga. La amiga no hablaba. Las dos estaban vestidas de modo putesco. Una, no recuerdo cuál, tenía el ombligo al aire. Y Tatiana (mi rubia) me larga, sin decir agua va, que ellas son personas muy naturales, muy sinceras, que la sensualidad debe ser algo espontáneo, libre de trabas, y que si quiero puedo ir esta noche a su casa, en Saint-Denis, y pasar la noche con ellas. "Pero eso es el orto del mundo", me dijo alarmado Jorge. "Son chorras, es una celada, te van a matar." A mí también me parecía todo muy raro, pero fui. Y fue, la verdad, el comienzo de una de las épocas más raras de mi vida.

Esto se está haciendo un poco largo y es hora de ir a buscar a los chicos al colegio. Después, si todavía estoy con ganas de recordar esa época, sigo.

11 comentarios:

  1. ok, tengo que hacer la comida. Nos vemos.

    ResponderEliminar
  2. Respuestas
    1. Ahí viene. Gracias por leer. Acá no hay ningún compromiso para terminar un libro o entregar una nota. Si vos y algunos más se prenden, sigue, si no, no. Un abrazo.

      Eliminar
  3. "el sentido, los personajes más vivos que las personas reales, la revelación de esas simetrías imperfectas que llamamos trama, la música de los momentos, la sensación de acorralar al tiempo."

    Ahora lo entiendo, esto es a lo que te referias. El puntano y el duelo de su padre, el sueco apasionado por Charly y las dos francesas que no sabemos que te harán. Los personajes están, pero el que le agrega arte sos vos. Por eso no importa si es Paris, Girona o Buenos Aires. Lo que hace posible convertir la realidad en pura ficción es tu prosa.

    Espero que no te aburras, que el trabajo te deje y que tus lectores te provoquemos, asi seguís alimentando con magia este blog como hasta ahora.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Diego, sos muy generoso. Te aclaro que al decir aquello no me refería a lo que hago yo, no me pongo de ejemplo de nada. Hablo de gente como Saul Bellow, Philip Roth, Michel Houellebecq, Emmanuel Carrère, Marcos Giralt, Fabián Casas. De éstos algunos escriben bajo el rótulo novela, otros no, pero en todos vos sentís que el juegp es diferente de una novela tradicional. Que la enegía de la narración no viene de la construcción de personajes o situaciones, sino de la indagación apasionada de cosas que, en sí, pueden ser muy comunes.

      A Henry Miller, que escribía siempre en primera persona, le reprocharon su egotismo. Y Miller contestó: "Solamente un hombre sin el menor egoísmo podria haber escrito mis libros." Escribir para persuadir, para embellecerse, para justificarse, es un acto de vanidad. Pero hay otra forma. Algunos lo llaman la Voz Extraña. Otros lo llamamos magia. Cuando escribís sobre tu experiencia con la Voz Exraña, como si fuera otro, deponiendo las armas de la persuasión, rindiéndote ante lo que hay, ante lo que simplemente es, entonces la experiencia cobra una vida nueva. Se ilumina por adentro. Emana un calor que no es tu calor. El zen no propone algo muy distinto. Y entonces no hay cosa más hermosa en la vida que escribir.

      Eliminar
  4. Me sentí dentro de la historia... ojalá tengas ganas de seguir recordando esa época.

    ResponderEliminar
  5. Liliana, te digo lo mismo que a Lena. Lo lindo de este medio es que no hay compromiso. Te confieso que yo mismo, que estoy acostumbrado a la novela y el ensayo, lo estoy disfrutando mucho. Si hay alguien por ahí que quiera seguirla, como vos, seguimos. Y si en algún momento nos cansamos, no pasa nada. Un abrazo.

    ResponderEliminar
  6. Yo creo que estaría bueno que sigas (te vamos a leer), pero si no tenés ganas de seguir, no importa, vendrá otra historia, otro relato... ¿Quién puede saber qué es lo que vendrá? Acá me quedo, esperando lo que llegue.

    ResponderEliminar
  7. Sí!!!!!! Que siga la historia!!!

    ResponderEliminar
  8. Está entretenida la historia. Ya tenés un público, ojalá encuentres motivación suficiente para desarrollarla otro poco!

    ResponderEliminar