jueves, 22 de marzo de 2012

"Es lo mejor que podía pasar"

Éstas eran las cosas que Tatiana hacía. Era una manipuladora. Una incansable tejedora de intrigas, una armadora incesante de enredos. Pero no era suficientemente eficaz. Era una manipuladora con fallos. Tenía talento, talento de verdad, para entender a las personas y en parte manejarlas. Lo que pasa es que el talento no siempre alcanza. Cuántas veces pasó lo mismo: estamos en un café y Tatiana mira a una pareja en otra mesa: "En cinco mintuos el tipo se va a enojar y va a dar una palmada en la mesa". Y el tipo se enojaba y daba la palmada en la mesa. "Aquél se está cansando de escucharla a la mujer. Ahora le va a decir: 'Tu ne comprends rien', y le va a empezar a explicar la vida." Y el tipo decía "Tu ne comprends rien" y le empezaba a explicar la vida.


Por supuesto, le faltaban, a Tatiana, dos o tres jugadores en la cancha. Pero también era una persona profundamente seria (quiero decir: apegada a la verdad, dispuesta a molestarse en buscar la verdad) y por sobre todo, leal a sus amigos. Conmigo fue de oro: me consiguió alumnos particulares, me prestó plata. También me pidió plata prestada, es cierto. También la tuve que alojar en mi pieza cuando se quedó sin casa. Pero así era la amistad con Tatiana: con un alto caudal de intercambios. Te doy mucho, te pido mucho. Otra vez se ofreció a pedirle a unos amigos que me falsificaran una tarjeta de residente en Francia. Era como ser amigo de un gato montés. A cada rato me traía, cariñosa, alguna paloma muerta que depositaba sangrando en mi puerta. Por ejemplo me invitó una vez a cenar al Ritz. Pagó con un cheque de una chequera que pertenecía a una muerta. Le molestaba que yo me asustara ante esas cosas. "Tu es une crème", me decía, indulgente. "Pero tenés que tener más calle. No podés ser tan putito."

Si eras amigo de Tatiana, tenías que bancarte su montaña rusa. Si estaba en cuarto creciente, te regalaba lo que no tenía. Si estaba en onda, se podía quedar toda la noche hablando y hablando de la podredumbre de la sociedad en que vivimos y la verdad, en esos momentos era un embole. O sacaba alguno de sus libros de Cioran (era una autodidacta impresionante) y lo quería leer entero en voz alta. Tenía, me acuerdo, un sentido muy desarrollado del olfato. Las veces que la vi más feliz fue en una perfumería, destapando los frasquitos y quedándose con la mirada perdida. O feliz no: en paz. O con algo que no era la paz, pero que por el momento iba a servir hasta que viniera la paz. Pero cuando se venía abajo, no había paradas intermedias. Cuando bajaba, bajaba hasta el nivel menos seis del estacionamiento. Podía ser una pesadilla, entonces, acompañarla cuando salía a dar vueltas desesperada buscando un dealer porque no podía más. De golpe se obsesionaba con despulgar a su perro, que se llamaba Bola, y se ponía a gritar porque el perro tenía feo olor y le daba al perro una patada en el culo y rompía todo. Y después se ponía a llorar de remordimiento, a grito pelado, por haberle gritado al perro, y no había forma de consolarla. Dicen que Marilyn era así también. De hecho, Tatiana tenía un sueño: hacer una película sobre su propia vida y con eso llenarse de plata. Y como no tenía la más remota idea de cómo se hace una película, no se le ocurrió nada mejor que comprar un grabadorcito y grabarse en su vida cotidiana. Con sus amigos, con Patrice, y cuando se separó de Patrice con los clientes a los que volvió a ofrecer ("Por un tiempo, nada más") prestaciones sexuales o droga. Para ella la cosa era simple. Todo el material estaba en su vida de todos los días. Era cuestión de registrarlo y que después alguien desgrabara. Ah, y que le diera a los cassettes que se iban a acumular, presumiblemente varios miles, forma de guión para un blockbuster. Nada del otro mundo. De repente, yo podía ocuparme.


Sí, me gustaba mucho que Tatiana fuera una manipuladora, pero una manipuladora imperfecta. Que pudiera tener una gran idea, una visión casi genial, como la de convertir su vida, ya que ésta era truculenta y acontecida, en espectáculo, y fallar, no por falta de medios sino, en cierta forma, por tener demasiados medios. Esto fue años antes de que aparecieran los reality-shows. Quizá si hubieran existido Tatiana habría podido, en efecto, realizar su proyecto. El reality-show parte de la misma premisa, pero prescinde del guionista como intermediario. Tatiana, en realidad, estaba apegada a las formas nobles del arte del siglo veinte. Era, en ese aspecto, una conservadora. Quería un espectáculo que retuviera lo inmediato, lo impremeditado, pero queria también la elaboración, el control. Lo que la perdió, quizá, fue disponer de recursos para intentar esa combinación imposible. Si no los hubiera tenido, ante la necesidad quizá se habría visto obligada a inventar de verdad el reality y entonces se habría hecho famosa. Pero de su actividad como prostituta conocía a productores, y alguno le dijo que si le traía un buen guión quizá lo financiaría. De su actividad como dealer conocía a actores, y también por su relación con Patrice, las estrellas del deporte y la gente del espectáculo tiende a cruzarse en las mismas fiestas, y alguno le dijo que estaría dispuesto a actuar en su película.
Ella no le contó a nadie, salvo a mí, y quizá algún otro amigo de confianza, el método insensato que había ideado para hacer su guión. Así que la cosa siguió siendo una mezcla de empeño infantil con una curiosa amplitud de medios, traspasado por una genialidad incompleta. Es peligrosa la genialidad incompleta. Peligrosa y querible. Pero sobre todo peligrosa. Tatiana sobreactuaba su vida real para que quedara mejor en la cinta, y así fue como una tarde, en una de sus peleas con Patrice, durante la cual como siempre tenía escondido en la cartera el grabador prendido, agarró una tijera y trató de clavársela en el cuello. Patrice la desarmó, le torció el brazo por detrás y, seguramente por el susto, la agarró de los pelos de la nuca y le estrelló la frente contra la pared. Los vecinos empezaron a golpear la puerta. Patrice la llevó a una clínica psiquiátrica. Mientras esperaban la evaluación del psiquiatra, Tatiana miró alrededor, las mujeres que se babeaban o se hacían pis encima, y le dijo a Patrice: "¿A vos te parece que yo soy como éstas? Vamos. Sacame de acá." Como después de aquello no podía seguir viviendo con Patrice, desembarcó, con perro incluido, en mi pieza. "En realidad, es lo mejor que podia pasar", me dijo mientras yo la miraba, no sin alarma, colocar sus frasquitos de perfume en mis estantes y guardar sus tijeras en mi cajón.

Era lo mismo que me había dicho la noche que nos conocimos. Porque esa primera noche, casi se me olvida contarlo, Patrice llegó de madrugada. Y tal como Tatiana había previsto, se dio cuenta de que había otro tipo en la casa y se enojó mucho. La amiga Did, a esas alturas, se había vuelto a su casa. Patrice estaba borracho y empezó a golpear la puerta del dormitorio como para tirarla abajo. Si esto fuera una novela, yo en este punto me escapaba por la ventana. La realidad es menos redonda, más gradual, más compleja. Lo que pasó fue que Patrice golpeó unas cuentas veces y Tatiana se levantó y fue a hablar con él. Yo estaba cagado de susto, eso seguro. No nos habíamos acostado juntos, nunca nos acostamos. Tatiana era muy flaca y tenía una cicatriz en un pezón. Tenía una cara muy hermosa. En algún momento de la noche, más que nada para cambiar de tema, yo me había puesto a hablarle, cómo no, de Borges. Tatiana me había mirado con curiosidad y me había dicho que quizá podíamos ser amigos. Y que quién era Borges. Ahora, después de hablar un rato, me llamó y me presentó a Patrice. El capitán del equipo de Toulouse me dio la mano. Tenía una cara más dulce de lo que yo había imaginado, casi de chico. Era un buen tipo y me parece que tampoco él entendía del todo en qué se había metido. Tomamos café los tres en la cocina. "En realidad, es lo mejor que podía pasar", dijo Tatiana. "Puede ser", dije yo, no muy convencido.

15 comentarios:

  1. Ojala tengas mas historias (y ganas de contarlas). En tres posts escribiste un cuento, perdón crónica, genial. Un lujo poder leer tu blog y en breve tu nueva novela.

    Abrazo

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    1. Diego, lo que es un lujo es tener un lector así. Te voy a citar otra vez a Miller, en carta a Lawrence Durrell: "¿Es usted escritor? ¿Por qué no me envía alguno de sus libros, para que pueda devolverle sus audaces elogios?"

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  2. Hola, me gustó mucho esta historia.
    Empecé a leer El futuro y en medio de una mudanza, lo perdí. Y todavía no lo terminé...porque no logro encontrarlo. Tendré que ir a Av. Corrientes a conseguirlo.
    Así supe de tu escritura.
    Dana

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    1. Dana, si lo perdiste dejalo que repose en paz. Hay uno bastante mejor que sale la semana que viene. ¡Disponible en tu librería preferida!

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  3. Un personaje adorable Tatiana. Un relato verosímil, atrayente y auténtico. Comparto con Diego, ojalá tengas ganas de seguir contando historias. Espero la presentación de "El miedo". Gracias!

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    1. Liliana, claro que hay ganas de seguir contando. Tatiana como personaje podría ser mil veces más adorable si le pudiera hacer plena justicia a la insólita persona que es. Más adelante voy a hacer otro intento. De cualquier manera, historias con ella hay muchísimas. Pero también con otros que me gustaría retratar. ¿Venís a la fiesta de presentación el 11, entonces?

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    2. Espero ansiosa esas historias, las de Tatiana y las otras. Me encantaría ir a la presentación. Llega mi época favorita del año, presentaciones de libros, la feria de Buenos Aires, el festival de Mar del Plata de novela negra, el BAN, etc. No vivo en capital pero estoy cerca así que seguramente estaré compartiendo por allí. Gracias! Abrazo!

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  4. La chequera del muerto...jajaja...me encanta.

    Hay que vivir como Tatiana.

    Al menos cinco minutos al año.

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  5. Siento la misma ansiedad que, creo, sentía la gente allá por 1838 cuando esperaba el nuevo capítulo de Nicholas Nickleby. Felicitaciones por el blog, es genial.

    Barkis.

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  6. No sabés cómo me alegra eso, Barkis. Martin Chuzzlewit, Oliver Twist, David Copperfield, Little Dorrit y los demás muchachos acá te agradecen también. Nos vemos.

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  7. "Era como ser amigo de un gato montés. A cada rato me traía, cariñosa, alguna paloma muerta que depositaba sangrando en mi puerta." Hermosa imagen.

    Muy bueno el relato.
    De acuerdo con Lena: "Sometimes the only way to stay sane is to go a little crazy"

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