miércoles, 25 de julio de 2012

POSTALES, I

Por Gonzalo


ATENAS. Cuando aterrizamos, Agos se precipita a averiguar de dónde sale el bus que nos lleva a la ciudad. Yo, a la tienda de delicatessen griegas. La necesidad de saborear un país para conocerlo. No encuentro gran cosa. Los paquetes no dejan adivinar lo que contienen y este alfabeto imposible me deja afuera. En los diarios del kiosko hay titulares catástrofe. Ahi entiendo sin problema. Me decido por una especie de turrón blando. Gordo, me dice Agos, tomándome de la mano, mientras me siento al lado de ella en el bus.

"El Egeo entre mis piernas" (Agos)

EN LA ACROPOLIS, Agos me cuenta su sueño de la noche anterior. Su novio de la adolescencia reaparecía y le pedía que volviera con ella. Le decía que había cambiado, que le diera una oportunidad, que haría cualquier cosa por ella. Agos lo consultaba con su madre, quien (con toda razón, a mi entender) le decía que Bob Marley no era para ella. En efecto, ahora el novio de la adolescencia tenía la apariencia de Marley. Agos optaba entonces por su novio actual, es decir por mí. Mientras escucho el relato de este sueño, miro abajo los restos de unas gradas de piedra. Es el teatro de Dionisos. En Estados Unidos, le digo, te podrían acusar de racismo por ese sueño.

ELIE FAURE, en su Historia del arte, dice que el cristianismo es contrario al espíritu griego y que cuando esa religión se instaló en Grecia produjo un arte raro, enfermo, siniestro. Yo no sé si esto es así. En medio de un paseo comercial tipo calle Florida hay una iglesia bizantina chiquita. Entro y me quedo mirando los frescos. Al lado hay un obrero que está subido a un andamio, limpiando o restaurando algo, y que charla con la cuidadora. Oigo palabras sueltas que conozco: aszenóforo (ambulancia), afrós (espuma) y efjaristó (gracias).


"Oia quiere decir azul y blanco" (Agos)

PARAMOS EL CUATRICICLO frente a la oficina de Western Union. Me bajo y mando los papeles firmados para divorciarme. Vuelvo a subir y nos vamos. Nunca había andado en cuatriciclo antes de venir a Santorini, pero hay una primera vez para todo.

EN EL PIREO, un mitin del Partido Comunista. Sale La internacional en los altoparlantes. No hay desbordes ni represión. La gente parece contenta. Al mismo tiempo, al otro lado de la calle, en el muelle, un montón de señores con corbata sentados en sillas y un señor con corbata que habla con tono sosegado. Un grupo de acción cristiana o algo así. Un grupo no molesta al otro. Agos dice que ninguno de los boliches le gusta para comer. A mí tampoco. Volvemos en subte a Monastiraki.

ESTUVIMOS tres horas tratando de bajar de Cuevana el primer episodio de la quinta temporada de Mad Men, en Mykonos, y al final se nos tildó.

LA COMIDA es algo que puede dar sentido a la vida. Lo cual es una manera canchera de decir que cuando sos feliz la cuestión del sentido pierde sentido. Comer una cosa llamada aperitivos cretenses mientras el sol de la tarde le da a Agos en la cara. Comer una especie de atún con sésamo mientras el sol de la tarde le sigue dando a Agos en la cara. Que abajo, en las callecitas de Oia, en los senderos para burros, mientras nosotros estamos cómodamente sentados, se haya juntado una gilada multitudinaria para ver el famoso atardecer, no molesta para nada. Que en este momento la luz en el archipiélago haga pensar en catedrales, en la primera vez que te leyeron la historia de Ulises, en la primera vez que cruzaste una calle sin darle la mano a un grande, tampoco.


"Sol en Naxos" (Agos)

ALGUIEN me debe haber ojeado, me había dicho Agos. Esto fue antes del viaje, una tarde en Barcelona. Conversamos sobre el mal de ojo y le dije que no creo en ninguna fuerza, sea benéfica o maléfica, por la cual no me llegue una factura al comienzo de cada mes. Pero lo cierto es que algo sentí en Grecia. Algo pesado en el aire, una especie de nubarrones detrás de toda esa luz. La depresión griega, un mal de ojo colectivo que te afecta, un poco, al pasar. Y yo creía que un lugar nunca debería afectarte, pensaba en lo feliz que fue Henry Miller en el París en recesión de los años treinta o, sin ir más lejos, cómo Charly García resucitó creativamente mientras el país estallaba en 2001. Pero lo cierto es que no sentimos nada parecido en Italia. Desde el aeropuerto de Milán fue como si se hubiera despejado el día. Siena, amarillo Nápoles, verde sinople, gris helado, los colores en el lago de Como son un shock de belleza, una cachetada, te hacen sentir un bárbaro que mira por primera vez un cuadro o escucha una música. Se supone que tenemos que hacer una especie de reportaje para un diario sobre esta región, con fotos de Agos y texto mío. Si te dejo, me parece que le oigo decir al mozo, en representación del goce de vivir italiano, mientras me sirve otro vaso de Valpolicella.

"CORTALA de mirarte al espejo con ese sombrero, pichón. Nadie, nunca, va a estar de acuerdo en que te parecés a Don Draper." Puede ser que Agos tenga razón. Pero hay una primera vez para todo.

EN LA REVISTA online Slate, un diálogo, no se sabe si real o imaginario, paródico o literal, entre el periodista y el finado John Updike. "No me cabe en la cabeza", dicen que dijo Updike, "pero ¿a quién no le encanta el universo?"

9 comentarios:

  1. Sigo viajando con ustedes chicos... poética crónica, hermosas las fotos!

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  2. (suspiro feliz...bellos textos, Gonzalo...!)

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  3. Gracias, Liliana, y a vos, Lena. Tenemos un monton de postales y de historias, pero teníamos que parar un poco para poder contarlas...

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  4. Italia?Sei venuto in Italia e non sei passato a Verona? :(

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  5. Da gusto leer tu blog. Barkis

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  6. No conozco esos lugares pero la verdad es que sentí haber estado allí.Los colores y hasta los sabores me llegaron.
    Ustedes me hicieron viajar.
    Los espero en el taller.Estoy ansiosa por empezar!
    Saludos
    Georgina(Capital Federal)

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  7. Preciosas fotos, Agos, interesantes los textos, Gonzalo, como siempre. El futuro es ancho, hermoso, y les pertenece.

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  8. Gracias Silvia!!!!!!!!!! Agos

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    1. De nada, Agos!!!! Un beso para vos y otro para Gonzalo. Silvia... de Jávea.

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